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Lecciones para el olfato en una cata de perfumes

  • Clarín
  • 31 may 2017
  • 2 Min. de lectura

Los dos son líquidos, los dos evocan lo sensual, los dos se pueden catar. Como si fuera un vino, también el perfume puede transformarse en una experiencia sensorial, una de gustación sin gusto.

En el medio de uno de los salones del NH Crillón, una mesa guarda una pequeña fortuna: frascos grandes de perfumes de marcas de lujo. Juntos costarían varios yaguaretés en alguna de las perfumerías de Santa Fe, la calle donde está el hotel, que organizó una exclusiva cata de perfumes para celebrar la primavera.

Claudia Fernández es brand manager de Greta, una empresa que distribuye perfumes de marcas de lujo. “Un brand manager es un guardián de la marca”, empieza. Cuenta que en las perfumerías, las vendedoras no pueden por una razón de tiempo dar tantos detalles de los productos a las clientas, por eso estas dos horas serán para esta veintena de mujeres de distintas edades que estamos aquí, un entrenamiento avanzado en el mundo del perfume.

Los perfumes van pasando por las mesas en los blotters, esas cartulinas que están en tiritas en las perfumerías y que aquí tienen un diseño espectacular: frascos de perfume, una pantera, una flor troquelada. “Las marcas más lujosas invierten en su diseño. Tienen un gramaje especial que permite vaporizar la fragancia y la tinta no debe alterar el aroma”, precisa Fernández. Olemos perfumes florales clásicos, otros seductores que evocan al chocolate, fragancias masculinas. Cada una tiene su gusto y se arman intensos debates, que van del “no me lo pondría” al “es para un señor mayor”, pasando por la chica práctica que googlea cuánto cuesta “ese” que sí le gustó. Mucho, el gusto y el precio.

La brand manager sigue dando información: es verdad eso de que hay perfumes de verano y otros de invierno. Como el 31 de diciembre no te comés un guiso, tampoco te ponés esa fragancia intensa. “Hay un guardarropas de fragancias”, dice, y en un análisis más sociológico afirma que “las mujeres somos infieles a la fragancia y fieles a los hombres, mientras que ellos son al revés”.

Vienen los sorteos. En la mesa de al lado, la actriz Florencia Ortiz, que se probó todos, pide que le toque su favorito. Gana y promete dar un curso de energía positiva para lograr los objetivos. A esta altura, el salón parece un free shop: en el aire está suspendido ese olor compacto, suma de todas las fragancias, que no se puede describir, pero que es hermoso. Algún perfumista debería crearlo: el perfume del perfume.


 
 
 

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